Escenario ideal
Las primeras curvas y zonas de elevada exigencia ocurrieron después de unos 30 km. Y es que los valles de esta región alemana son extensos y muy concurridos por una economía dinámica, casi ebullente. Pero al iniciar el ascenso de las primera colinas, ajustamos el modo SportPlus, que no solo autoriza regímenes más altos y respuestas inmediatas de los mandos, sino que abre la mariposa del escape para escuchemos su canto bárbaro sin dulcificaciones sonoras condicionadas por estrictos reglamentos de rumorosidad. Lo fantástico no fue únicamente el timbre metálico del bóxer rugiendo su repetitiva e inconfundible melodía - a oídos entusiastas, eso es música celestial-, sino que la disposición de pedales facilita el punta-tacón y también permite frenar con el pie izquierdo. Los cambios constantes de rumbo, en curvas casi desconocidas obligan nuestra máxima concentración y exige maniobras precisas, certeras tanto con el pomo de la corta caja como la fidelidad de un volante exacto, consistente. Todo suma para que la experiencia vaya más allá de la simple satisfacción personal: alcanzamos el Nirvana de la conducción, ese estado donde casi todo desaparece y nuestra mente fija su cometido de efectuar el trazado perfecto con la mejor frenada anticipada, siempre con la sencilla razón de exigir el mejor rendimiento posible a un coche de elevados límites dinámicos.
La alegoría de adrenalina, disfrute y velocidad ocurrió por varias horas. Una verdadera delicia para el alma velocista que todo buen entusiasta disimula frente al común.