Por un lado, es triste ver como las grandes empresas, en su afán capitalista, guiadas por esa ambición de ser el primer lugar, hayan caído en las trampas que los más recientes dispositivos elkectrónicos de control permiten.
Pero también este singular caso aclara que las mismas entidades gubernamentales no son tan comprometidas en su tarea de vigilar todos los movimientos y deberes de las grandes empresas.
Si bien, parte de esa tarea es encargada a organismos colaborativos, la norma en su momento establecida de manera rígida, confirmada por más autoridades del rubro, demuestra que no está apegada a una realidad cambiante. Corre el riesgo de ser fácilmente eludida o soslayada. Como dicen los cínicos: por cada regla siempre hay una trampa para evitarla.
Por otro lado, los rumores de que VW estaría en riesgo de quiebra son infundados, sentencias envalentonadas por el escaso conocimiento de esos periodistas respecto al tamaño de la industria así como el factor de respaldo que dan los gobiernos nativos de empresas como VW. En otras palabras, la señora Merkel no dejará caer al gigante azul.
Pese la demanda de EPA y el apartado financiero en millardos de euros, todavía falta ver si habrá un verdadero cambio en el fondo de las normas ambientales de cara a los nuevos vehículos, que en el mediano plazo consistirá de una oferta híbrida y eléctrica acelerada por este brutal desengaño del "brinco al gringo".
Porque el consumidor promedio ajeno a los intereses tanto salvatorios de sus respectivos gobiernos como de las estrategias mercadológicas "limpiadoras" de las grandes marcas, seguirá consumiendo vehículos de una u otra marca.
Las nuevas generaciones, los llamados millenials o milenaicos, no muestran apego al logo, sino al equipamiento y confiabilidad de los automotores. Quizá los llamados Generación X y Y sean más congruentes pero tampoco son, en su mayoría, acérrimos defensores de una marca como tal.
Claro, también tienen conciencia social y quizá el tema del engaño los haga mirar hacia firmas más comprometidas con sus creencias ecologistas. Pero al final, el bolsillo manda en las decisiones costosas y este gran problema, inflamado por los medios y gabinetes especializados de los respectivos gobiernos, pasará su tiempo y muchas cosas volverán a su cauce.
Posiblemente, VW no vuelva acercarse al anhelado primer puesto por varios años, pero no desaparecerá. Tendrá mucho trabajo para ganarse la confianza de aquellos defraudados, pero otras marcas han vivido situaciones similares o peores -la quiebra de GM o Chrysler fueron reales así como el pedalgate de Toyota o los switches de GM-, y saldrá adelante.
El ruido remanente de los medios es normal cuando surge un "objetivo" visible, fácil de atacar, que apenas se defiende cuando existe culpabilidad confesa.
Porque al final, siempre es más fácil achacar la culpa de los males de una sociedad a otra simple y sencillamente porque estaba ahí.