Algunas son difusas, como las que castigan el hecho de usar un dispositivo de audio mientras se conduce: el problema es la definición de dispositivo de audio pues abarca desde un portátil mp3, pasando por un telefóno inteligente hasta llegar a las económicas cajas de reproducción simple, conocidas como reproductores para fichas USB.
También acusan algunos puntos conflictivos como el uso de ambas manos al volante. El riesgo está en que no todos los automovilistas usan las dos extremidades hábiles para controlar el timón. Muchos, por mala educación o falta de formación, ocupan sólo una. Los entendidos y entusiastas saben que el mejor control del volante ocurre con la posición a las 10 y 10 o a las 9 y 3, si miramos al volante como un reloj analógico. Desafortunadamente, son la minoría en una creciente población automovilista no sólo en el centro del país sino en toda la nación.
En cuanto a los distractores, dado el ritmo actual de objetos y necesidades puede ser casi cualquier cosa, sorpresa o incidente que nos puede suceder durante el manejo cotidiando. Lo peor, es que será el agente de tránsito quien determine si hemos infringido o no al reglamento. Nuevamente la discrecionalidad dará pie a las corruptelas habituales entre el supuesto infractor y la persona de autoridad; no se perderá la famosa mordida, antes bien, habrá más variantes y oportunidades para que ocurra con mayor frecuencia.
Claro que hay elementos positivos, como el puntaje para castigar al mal conductor, al grado de restringir el uso de la licencia o el enfasis protector hacia los peatones y ciclistas.
Sin embargo, este nuevo reglamento adolece de una gran anticipo de responsabilidad social y civil: la formación profesional bien estructurada de conductores. Porque la licencia sigue siendo un mero trámite y no hay, por el momento, un examen riguroso o exigente no sólo en el conocimiento teórico, sino en el dominio mínimo de un vehículo, cuya masa sigue siendo terriblemente peligrosa para muchos ciudadanos de pie o en dos ruedas.
Todavía nuestras autoridades responsables de la movilidad así como algunas entidades no gubernamentales orientadas hacia ésta, no comprenden que la mejor educación debe iniciar con los automovilistas. Que no basta con creer que son responsables por la posibilidad de adquirir un vehículo, que existen variables que pueden ser atenuadas o reducidas si el usuario común del automóvil tuviese una formación básica, bien informada y entrenada sobre la importancia que requiere conducir un automóvil
Ese debería ser el primer paso antes de imponer un reglamento que no es malo, pero se olvida de un factor decisivo: la educación del automovilista. Si ocurriese esta preparación, reflejará en una movilidad más responsable y eficiente en un núcleo urbano tan vasto y diverso como lo es la Ciudad de México.