Las nuevas compañías -Iberdrola, NextEra Energy y Orsted- así como Enel -italiana que empezó en el negocio del petróleo-, apuestan a las energías renovables basadas en buena medida en los colectores solares y las turbinas eólicas, es decir, no tienen que excavar pozos o realizar prospección en tierras difíciles de acceder o industrializar para ofrecer energía a precio razonable. En contraste, buscan zonas donde el viento sea constante y fuerte así como una radiación solar abundante. Y si bien los números de rendimiento energético todavía son bajos -una estimación somera habla de un 9% del total generado en todo el mundo-, su crecimiento en los años recientes se antoja imparable, con un optimista porcentaje del 56% estimado para mediados de este siglo.
Pero no participan en solitario. China continúa apostando fuerte a las energías renovables y prueba de ello son los casi 40 Gigavatios que genera su industria verde, superior a cualquiera de las futuras empresas antes mencionadas en el rubro de energías renovables. Quizá el punto a debatir es que el conglomerado estatal asiático denominado China Energy Investment está orientado por completo a su mercado doméstico. Pero es una tendencia que ha dejado de ser moda para volverse una línea de negocio con futuro rentable en términos financieros. Además, las grandes empresas energéticas también siguen en este sentido su transformación.
La transición experimental e incubación de empresas verdes ha dado paso a la creación de gigantes energéticos que ya empezaron a expandirse no sólo con proyectos rentables sino con la adquisición y fusión de empresas más pequeñas. Estamos en la antesala de un futuro totalmente electrificado, donde los combustibles no renovables serán relevados por las alternativas ecológicas más eficientes y limpias. Así, la diaspora material e industrial del siglo XX que fue propiciada por el petróleo, será relevada en el siglo XXI por la ubicua electricidad. Y eso nos alcanzará a todos.