Si a ello le sumamos las complicidades de los agremiados con autoridades políticas, queda claro que el movimiento contra los privados busca golpear con la negra intención de desaparecer una iniciativa privada orientada a otro tipo de cliente.
Según los lineamientos de ambas filiales, la concertación o compromiso del transporte ocurre entre privados. Esta breve interacción ocurre mediante una aplicación de un teléfono inteligente; no existe una llamada telefónica o solicitud por un tercero. No hay transacción en efectivo, sólo tarjeta de crédito y los chóferes de Uber/Cabify deben observar varias reglas de cortesía así como reportar tanto el servicio realizado como acatar las calificatorias de sus usuarios a riesgo de perder la oportunidad de volver a trabajar. Además, para ser participes deben cumplimentar un estricto examen de admisión que hemos sabido pide más que manejar y hablar.
Si somos observadores, los taxistas no aceptan tarjetas de crédito, pocos atienden peticiones por el sistema celular a menos que sea de clientes muy conocidos y suelen condicionar el servicio según la facha del cliente o el horario.
Es una pena que la tecnología haya rebasado el viejo esquema de los taxistas asociados. Porque todavía no logran superar sus problemas como la seria cantidad de impuestos, la desleal competencia de los piratas o la obligación de trabajar durante horarios pesados y largos, sin garantías de protección social o similar.
Esta singular lucha entre lo nuevo y viejo debería ser oportunidad para que tanto las autoridades correspondientes generen leyes acorde a los tiempos que corren. Y que los agremiados luchen por mejores condiciones de vida laboral.
De hecho, los servicios de Uber/Cabify pueden volverse una oportunidad de trabajo más redituable que su actual posición como pertenecientes a un gremio que quizá no los defienda del todo, pero los usa como un arma de choque político tal cual sucedía en el viejo México de nuestros abuelos y padres.
Porque los tiempos cambian y la tecnología suele imponerse tarde que temprano. Y el cliente siempre tiene la razón.