El MXT simbolizaba ese viejo anhelo de ingenieros y emprendedores que buscaban crear un automóvil bajo sus propias premisas de diseño y desempeño. Una fantasía hecha realidad por mexicanos.
Claro, el sueño de Daniel y Carlos no fue inmediato ni fácil. Fueron varios años en que su empresa inicial, TecnoIdea, fabricaba carrocerías para autobuses urbanos. Un extendido tiempo en el cual desarrollaron y aprendieron técnicas de construcción para aprovechar esa oportunidad de mercado tan grande en México como lo es el transporte público.
Sin embargo, al parecer la transición hacia la especialización en un área que en México no cuenta con suficiente personal preparado o un consumidor específico para anticipar expectativas y tendencias de mercado fue más dura de lo esperado. Los que hemos seguido el paso de los hermanos Mastretta corroboramos que realmente ha sido una empresa larga, pesada y en ocasiones desesperante para la consecución de ciertas partes o tareas.
Por ejemplo, resultaba más fácil y rápido conseguir elementos muy comunes de suspensión y frenos en los Estados Unidos que en las filiales mexicanas. Y ni hablar de los materiales raros como el aluminio de certificación aeroespacial o el tren motor de origen Ford, retocado por un especialista dotándolo de turbocargador y algunos extras más que le otorgaban una ganancia interesante de potencia y par.
Sin embargo, pese todo este crecimiento y consolidación en la parte creativa y material del proyecto MXT, los Mastretta adolecían de una visión corporativa y directiva versátil de largo plazo. Es sabido que la gestión era muy vertical con Carlos a la cabeza, lo que complicaba algunas soluciones emergentes o urgentes para la realización del coche. Tampoco hubo talento suficiente para asegurar un mínimo de calidad de estándares respetables pese el esfuerzo de sus pocos ingenieros y especialistas en estas labores.
Sencillamente, no es lo mismo armar carrocerías para un autobus urbano dirigido a un consumidor masivo que dejar listo un coupé de egoísta cuyo elevado poder adquisitivo lo hace terriblemente selectivo.
Así, los Mastretta sufrieron para aprender otra vez el tema de la gerencia, la toma de decisiones y la delegación en otros responsables para agilizar todo el proceso en su parte operativa. Y luego de un par de años de no conseguir resultados consistentes con su MXT, tuvieron que aceptar el apoyo de otros inversionistas, obligándose a ceder el rumbo de la empresa para salvarla.
Parecía que ahora sí, el coche mexicano podría salir raudo de su línea de producción allá en Ocoyoac, de las cercanías del Estados de México con el Distrito Federal, para ganarse un lugar en el selecto mundillo de los coches artesanales de especificación racing.
Pero la adversidad les ha golpeado de una manera más severa, contundente. Su factoría se halla detenida, no pueden comercializar autos por el riesgo de incumplimiento y los planes tanto de inversión como de expansión han quedado bajo la sombra de lo irrealizable.
Sin duda alguna, sería una verdadera pena si el proyecto Mastretta vuelve a perder su rumbo, porque en esta ocasión no creo que exista una tercera oportunidad para ser rescatado.
Ojalá el tiempo nos demuestre que estamos equivocados.