Ello provoca en los más fervorosos fanáticos de la F1 cierto resquemor y hasta repudio hacia estos villamelones o improvisados seguidores de una categoría de la cual difícilmente entienden en su profundidad, pero aprecian seriamente su impacto mercadológico y difusor en el consumidor común.
Y es que los nuevos espectáculos y deportes siempre tienen una apreciable bienvenida en nuestro país, ya sea por novedad o por nostalgia, que provoca ese momentáneo interés en saber lo que está de moda, lo que es fresco o muy atractivo a ojos nacionales.
Pero el lado positivo de esta turba de participantes, bisoños o no, radica en que genera nuevas expectativas entre jóvenes que buscan un arte o deporte que les apasione, o que les confirme lo que antes era un simple gusto o afición menor.
Algo parecido ocurrió hace 20 años cuando Adrián Fernández se volvió un icono al participar de manera seria en el campeonato CART estadounidense. De pronto, hubo muchos "fanáticos" y "conocedores" del mundo de las carreras. Y si bien no logró cuajar una fecha de manera definitiva en los circuitos mexicanos, sí generó centenas de entusiastas y seguidores que de otra manera se hubieran decantado por otros deportes o aficiones.
Ese éxito logró catalizar en un sector de la población mexicana un gusto por el tema automovilístico como pocas veces ocurriera en el país. Basta platicar con gente amante de los coches y muchos concuerdan, guardando las correspondientes distancias en tiempo y forma, en que sólo la época de los Hermanos Rodríguez consiguió ese entendimiento y gusto entre los entusiastas mexicanos.
Por lo tanto, el regreso de un gran deporte motor como la Fórmula Uno habla de que es posible no sólo revivir un viejo templo de la velocidad, sino generar una interesante sinergia entre todos los participantes a fin de lograr un mayor impacto no sólo en lo económico, sino también en lo social. Porque al final del espectáculo, el beneficio económico no se queda en los grandes inversores y publicistas, sino en la imagen y difusión que requiere el país como un conglomerado cultural moderno, donde no sólo existe la terrible violencia del crimen organizado que asola a ciertas regiones de nuestro amado y diverso país. Que existe un México capaz de organizar, crear y avanzar hacia un futuro, quizá incierto, al cual tenemos la opción de hacerlo nuestro.