Una buena noticia que a muchos automovilistas encanta porque entre mayor variedad exista, mejor oferta y precios puede obtener en la búsqueda de su necesario transporte personal y familiar. Sin embargo, lo curioso del arribo de Hyundai a nuestro país es que no tenemos el mejor mercado emergente del mundo. Las cifras de ventas de autos nuevos al primer trimestre del 2014, según AMIA, crecieron un 3.5%, aunque en el global el incremento fue menor, de un 1.6%.
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Normalmente los mexicanos nos quejamos de la salida del talento nacional. Suele verse como una merma de recursos y falta de oportunidades en una tierra que tiene todo para convertirse en un competidora global eficaz. Sin embargo, buena parte de las debilidades de esta fuga radica mucho en la escasa estructura para soportar este talento y llevarlo a niveles de desarrollo realmente de primer nivel.
Por ejemplo, los pilotos de carreras en México no cuentan con una escuela ni una infraestructura que les permita ir subiendo de nivel para pulir habilidades y lograr una preparación completa, capaz de competir con los altos estándares de los campeonatos mundiales de carreras. También influye el hecho de que los promotores mexicanos no siempre cumplen lo que prometen y algunos pilotos tampoco son tan cumplidores como podría esperarse de una persona que arriesga la vida cada vez que se sube al vehículo de su categoría. Riesgos de la mentalidad del menor esfuerzo. Si a esto le sumamos una reducida cultura automovilística, tenemos explicada esta salida de compatriotas del país no por razones de hambre, sino de oportunidad y crecimiento. Cierto, hay valores naturales como los hoy célebres Checo Peréz y Esteban Gutierrez. Pero hay que mirar con atención a su origen y formación. Ambos corrieron muy poco en las categorías nacionales y su mayor fogueo y preparación ocurrió en el extranjero. Si bien no es exacta, esta analogía también aplica para ingenieros mexicanos formados y proyectados por las filiales de las armadoras establecidas aquí. Algunos de estos talentos no radican en suelo azteca y trabajan, afortunadamente para ellos, en territorios extranjeros donde sí existen las oportunidades para desarrollar su potencial técnico y creativo, una circunstancia que muy difícilmente puede surgir en nuestro país. Esta fuga no sólo duele a la sociedad mexicana, por la evidente separación familiar y social que ocasiona una distancia dolorosa en lo emocional y en ocasiones en lo espiritual. Si bien estamos en una etapa de inversiones fuertes en el ramo de la industria automovilística, puede ser la oportunidad para crear centros de desarrollo de ingenieros, técnicos y especialistas que puedan transformar a nuestro país en algo más que un polo industrial de bajo costo. Podemos convertirnos en una fuente de inteligencia y tecnología que genere más beneficios económicos y sociales que los observados por la fuga de aquellos talentos, que pese la distancia, todavía añoran al país y desean en lo profundo un verdadero generador de talentos no sólo para exportación, sino para el crecimiento de este México tan olvidado de sus gobernantes. Ser periodista especializado tiene varias ventajas. Como los viajes internacionales o las exclusivas, que en nuestro caso se corresponde con autos nuevos, algunos tanto que ni siquiera gente de la propia compañía automotriz ha conocido de cerca. Ello sin dejar de lado el trato preferencial de las marcas, las maneras siempre cordiales de los publirrelacionistas así como un grato reconocimiento de los lectores y seguidores del medio que representamos.
Pero atraidos por ese mismo reflejo de oportunidad y selectividad, llegan advenedizos y oportunistas que no son realmente periodistas. Como ocurre en muchos ambientes laborales en este singular país, existen seudoprofesionales que en buena medida buscan las oportunidades de negocio -las inversiones de mercadotecnia y promoción son realmente jugosas- o las delicias del excelente trato prodigado por las marcas. Pero descuidan el papel principal de todo periodista: informar verazmente. En el caso del periodismo automovilístico, resulta frecuente que buena parte de los colegas no son periodistas completos, y no por razones de formación. La mayoría sólo cumple el papel mínimo de comunicar la nota, es decir, publicar en cualquiera de sus medios, la información y data que ha generado el propio fabricante, lo que en cierta medida condiciona la opinión o el análisis esperado de un nuevo producto. Lo triste es que no siempre resulta adecuada o precisa esta información pues las marcas ensalzan a niveles sorprendentes las bondades y cualidades del nuevo vehículo. Lo cual es muy comprensible pues viven del producto y su objetivo es colocarlo lo mejor posible no sólo en la mente del consumidor sino en los medios que le ayudan a difundirlo en todos los sentidos posibles. Vivimos una era de información y comunicación inmediata casi avasallante, por lo cual la revisión a conciencia de todo lo nuevo que surja para beneplácito de entusiastas, conocedores e interesados debería ser tamizado y filtrado mediante la experiencia y sabiduría de los periodistas especializados. La ética laboral obligaría a muchos de los participantes en la difusión de este emocionante mundillo de los automóviles procurara un mínimo de conocimiento de lo que es un automóvil en toda la extensión de la palabra: porque no son únicamente la oportunidad de extender nuestra movilidad o la ratificación material que eleve nuestro ego o la confirmación de nuestro status socioeconómico. Es mucho más. El automóvil ha sido más que un producto de alcances notables, una verdadera revolución para la vida de la actual sociedad. Y su progreso o deterioro marcará el futuro de todos nosotros, por lo menos hasta donde podemos atisbar con la información hoy disponible. Así pues, amable entusiasta o interesado en el automóvil, le sugiero ser más crítico con lo que lee. Documéntese, asesórese y racionalice en la medida de lo posible la abundante información de autos que llegue a sus manos. Porque de otra manera, nuestro gremio seguirá siendo aprovechado por arribistas que son sugestionados -por no decir manipulados- por el gran poder seductor y económico de las multinacionales. Las últimas noticias sobre los llamados recalls de empresas como General Motors y Nissan arrojan luz sobre un tema que si bien no es tabú, pocas veces es ventilado a la opinión pública. A nosotros como periodistas especializados, las marcas en general nos cuentan sus avances técnicos realizados en escaso tiempo sino es que marcan un nuevo récord de desarrollo y materialización. Fieles a un programa que no sólo contempla pruebas, desarrollo, confección de prototipos, preseries, sondeos de mercado e incluso grupos de enfoque entre clientes o especialistas para determinar qué tan efectivo o atractivo será un nuevo vehículo, sus ingenieros juegan a contrarreloj para lograr una confiabilidad mínima, a veces exigua, que cumpla con los requerimientos tanto gubernamentales como internos.
Cierto, la mercadotécnica juega un papel muy importante pues es tan cerrada la competencia entre las marcas que el primer golpe es doblemente efectivo, si el producto logra colocarse como una opción más que válida frente a su bien entrenada rivalidad. Lo triste de estos casos es que muchas veces los desarrollos y etapas de pruebas ocurren de manera muy acelerada, a veces sin tener el tiempo necesario para observar la gran mayoría de las condiciones y variables posibles. Tanto que no es factible, por lo menos estadísticamente, saber si una nueva tecnología o material tendrá éxito en el mercado en el mediano y largo plazo. Hoy, General Motors y Nissan enfrentan problemas de fallas en equipos que supuestamente habían superado ya los exámenes de evaluación encomendados a sus departamentos de ingeniería y proveedores de primera línea. Incluso algunos de esos equipos y sistemas provienen de otros ya comprobados bajo la lenta pero efectiva perspectiva del tiempo. Sin embargo, el furor o la codicia por ganar porcentajes del mercado regional y mundial, orilla a los ingenieros, pese su esfuerzo y empeño, a tener que decir que sí o dar el visto bueno a mecanismos y sistemas con apenas el mínimo suficiente para decir que han sido probados con seriedad. Así, los llamados recalls resultan una verdad a medias porque si algo se aprende de este entorno de tanto glamour escénico y millonarias cantidades usadas en promoción y posicionamiento de producto, es que los fierros no tienen palabra. Y no importa si las simulaciones, las pruebas previas o la estadística acumulada digan que el producto cumple los requisitos establecidos; siempre existe el factor suerte o falta de tiempo en durabilidad para confirmar o refinar los nuevos mecanismos o sistemas que dispondrán nuestros coches mañana. Lo malo: el consumidor es quien termina pagando esas innovaciones apresuradas gracias a las estrategias de promoción. |
AuthorNSoy Gilberto Samperio Islas, trabajé en la revista mexicana Automóvil Panamericano desde sus inicios, hace 25 años. Archives
Noviembre 2020
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