Lo más triste de este revuelo es comprobar la ausencia de información o carencia de documentación no sólo entre los automovilistas comunes, incluso entre aquellos amantes de esta máquina de cuatro ruedas, sino que la opinión de varios periodistas especializados distaba mucho de ser equilibrada, ya no digamos objetiva pues la crítica estaba orientada sólo al precio.
Porque si bien los autos eléctricos e híbridos comprueban ser sólo una de las posibilidades del futuro móvil en nuestro país, resulta muy evidente que la apuesta de ambas marcas apunta hacia la asociación de alta tecnología y conciencia verde que enarbolan a nivel global, no al beneficio económico derivado del volumen de ventas de tan singulares vehículos, por lo menos en lo que se refiere a nuestro mercado.
En el primer caso, nuestro país no es un referente verde no sólo por la severa deforestación de sus bosques o la seria contaminación de sus mayores núcleos urbanos, sino por la ausencia de políticas claras y fuertes en términos ecológicos y de responsabilidad social por parte de nuestras autoridades.
En cuanto a las ganancias, honestamente las firmas no esperan hacer dinero con estos vehículos en esta región mexicana. Sólo participan de una bandera que resulta muy atractiva desde la perspectiva global pero no necesariamente tiene un alcance local.
Una segunda ventaja de estas nuevas tecnologías es que su difusión permite conocer y anticipar singularidades inherentes a los primeros pasos de todo apuesta técnica nueva. El desarrollo de los automóviles no se queda en los millones de kilómetros acumulados en los ejemplares de preserie, ni siquiera en los vendidos el primer año de comercialización. Es un proceso continuo de apreciación y mejora, que no siempre es alentado en todas las compañías por un tema costos como lo refiere el escándalo más reciente de General Motors. Pero existen otras que son fieles al discurso de probar para mejorar.
La presencia de estos vehículos de avanzado concepto busca generar una respuesta más contundente por parte de nuestro gobierno, no una compra masiva del consumidor elitista nacional.
En lo personal, he tenido contacto con varios directores de empresas, sabido de pláticas, estudios y propuestas de toda índole para mejorar el entorno automovilístico pero los oídos del sector oficial son realmente sordos.
Como olvidar los llamados de atención sobre los autos chocolates, la búsqueda de una legislación que favorezca el uso de elementos de seguridad modernos o mejores alternativas de movilidad más allá del transporte público manejado por el estado: el gobierno simplemente no escucha.
Si bien los precios son dignos de las familias más ricas del país, no podemos soslayar que la intención, quizá un tanto ingenua pero buena en su principio, de estas firmas es propiciar un cambio de mentalidad entre las autoridades y comunidades. Que los impuestos no sólo deben extraerse de los bolsillos de las personas y las empresas, que se deben estimular tecnologías y propuestas que contrarresten la severa infición que se vive en las ciudades y reducir el impacto ambiental.
Porque todos los ciudadanos, tanto los que caminan como los que tienen la posibilidad de adquirir un vehículo para uso propio tienen derecho a tecnologías que mejoren su calidad de vida más allá de la esfera personal, que tenga una repercusión social más amplia que la de un programa sin incentivos como el Hoy No Circula.
Debemos ver más allá de la etiqueta de un precio antes de valorar una nueva oferta de dimensiones relativamente desconocidas. Porque el futuro nos acecha.